martes, abril 14, 2015
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Muy a menudo solemos quedarnos con las “primeras impresiones” de las personas. Pareciera que ese primer momento en el que entramos en contacto con alguien que nos es desconocido, tuviese la más fuerte capacidad de predisponernos y llenarnos de prejuicios que lo único que hacen es privarnos de conocer verdaderamente a quienes llegan a nuestras vidas.

Creamos las primeras impresiones, por lo general, después de haber simplificado la información que nos provee nuestro entorno. Así cuán niñitas caprichosas podemos hacer señalamientos y dar espaldarazos sin tan siquiera detenernos a pensar en la justeza de nuestro actuar. Es natural que nos veamos golpeadas por estímulos exteriores: escuchamos una cosa, vemos otra y terminamos por palpar una opción diferente a todas las anteriores, pero… ¿vale la pena quedarnos con nuestros primeros pensamientos y nuestros prejuicios?

La sociedad nos ha cargado de estereotipos, entonces creemos que cada persona se encuentra definida en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Nos han dado tantas y tantas creencias vanas… Y nosotras en lugar de combatirles, nos hemos quedado reforzándoles, como si no tuviéramos un pensamiento propio y el derecho a disentir.

¡Debemos dejar de ser facilistas y perezosas!
¡Sí! ¡Facilistas y perezosas! Porque lo que hacemos al crearnos primeras impresiones es evitarnos el trabajo de decidir: no tenemos que gastar tiempo en descifrar a una persona, simplemente saltamos a señalarle y le condenamos sin dar derecho a la defensa. Pero cuando compramos el boleto para “ahorrarnos” la tarea de decidir, también adquirimos un inmenso y redimible bono: el error, puesto que cuando nos dedicamos a suponer algo de una persona sin comprobarlo, lo más probable es que nos equivoquemos pues no hemos actuado sabiamente, sino según nuestras necesidades, deseos, miedos, intenciones, es decir, según nuestro egocéntrico punto de vista.

No es bonito prejuzgar a alguien o, ¿a ti te gustan que lo hagan contigo? ¿Te satisface que la gente se forme una idea de ti en base a tu aspecto físico? ¿Te agrada que los demás digan cómo eres sólo porque naciste en un determinado lugar? ¿No? Entonces, ¿tú por qué lo haces? ¿Acaso prejuzgar y quedarte con las “primeras impresiones” te hace feliz? ¿Haz ganado mucho por ello? No. Por el contrario, cuando te formas una idea negativa de una persona, lo que haces es guardar una ruta que seguirás al comportarte con a ella; y como no tienes pensamientos positivos, ¿adivina? Tampoco obtendrás resultados positivos.

Dejemos de distorsionar a quienes nos rodean, echemos a la cesta de la basura todo aquello que nos puede hacer pensar mal de alguien que no conocemos. Somos seres humanos maravillosos, nuestro principal encanto reside en la diferencia ¿por qué habríamos de cambiar para dar “buenas” primeras impresiones? Seamos nosotras mismas, y permitamos que el resto del mundo también lo sea. 

Un abrazo de aquí hasta allá,
© Lluvia 


Foto Créditos: Foto 1, Foto 3
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